
"Big Papi" ha dejado de ser "Big Papi". Ahora mismo es la sombra del temido bateador que catapultó a Boston a dos campeonatos de la Serie Mundial y más bien suscita lástima.
Se podría afirmar que el toletero dominicano tocó fondo el jueves, cuando sólo pudo conectar un rodado inofensivo frente al plato ante el relevista Jason Bulger y su equipo acabó perdiendo el juego contra los Angelinos de Los Angeles en la parte baja de la entrada.
Fue una tarde fatal en todos los sentidos para Ortiz: se fue de 7-0, se ponchó tres veces y dejó 12 hombres esperando remolque.
Los diagnósticos y especulaciones abundan sobre el por qué exhibe un anémico promedio de .208 y que lleve 144 turnos desde su último jonrón. Un turno más y emulará su peor sequía, que se remonta al 2000, cuando era un desconocido en el anonimato de los Mellizos de Minnesota.
Se mencionan problemas de mecánica con su swing, las secuelas de lesiones (muñeca y rodilla) y que la partida de Manny Ramírez le dejó sin su mejor aliado en la alineación.
Y en esta era de suspicacias, en la que nadie confía en nadie en las Grandes Ligas, tampoco se puede ser ingenuo con el factor de los esteroides. Detractores y fanáticos deslizan sospechas de que Ortiz ya no produce como antes porque ya no usa sustancias para mejorar el rendimiento.
Aunque ha tratado de ser filosófico con sus problemas, el bateador designado de 33 años ya no oculta su frustración con el que es el peor momento de su carrera.
Abordado por los periodistas tras el partido el jueves, Ortiz simplemente declinó dar declaraciones y se limitó a pedir una cosa: "Hoy no tengo ganas de hablar. Sólo escriban esto, 'Papi es un desastre'".
El domingo pasado y luego de conectar un elevado, Ortiz empezó a gritarle a su casco y se pudo apreciar una larga conversación en el dugout con el coach de bateo Dave Madagan.
Esa imagen, según contó después, provocó que varios colegas suyos le mandasen mensajes de aliento, como fue el caso de Ryan Howard de los Filis y Carlos Delgado de los Mets.
Ortiz relató que habló "casi una hora" por teléfono con Delgado, quien precisamente hace un año atravesó un periodo negativo similar al verse con un promedio de .198 y tres jonrones al final el mes de abril.
La charla con Delgado tuvo un valor especial al considerar que muchos daban por acabada la carrera del puertorriqueño, además de plantearse las mismas interrogantes que Ortiz ahora afronta. Delgado finalmente despertó y cerró la campaña de 2008 con 38 jonrones y 115 impulsadas.
"La gente ignora muchas cosas. A veces creen que es sólo salir a jugar y listo", dijo Ortiz a los periodistas. "Somos seres humanos como todo el mundo. Tenemos cosas que nos mortifican. Y a veces nos afectan".
El problema es que Ortiz fue un modelo de consistencia entre 2003 y 2007, un lapso en el que promedió 42 jonrones y 128 carreras impulsadas y se ganó fama por su facilidad para responder en los momentos decisivos de juegos de postemporada.
Ahora mismo no muestra atisbos de una reacción, ya que se le ha visto más indeciso y a destiempo en sus recientes turnos.
"Cualquiera pasa por algo como esto. Yo ya lo viví", dijo su compañero Dustin Pedroia, el segunda base que el año pasado se alzó con el premio al Jugador Más Valioso de la Liga Americana. "Estamos con él. Tenemos esperanza de que pronto va a encontrar la solución".
Pero la paciencia de los Medias Rojas tiene su límite y podrían verse inclinados a bajarle de su tercer sitio en el orden al bate si el actual patrón persiste.
El declive de Ortiz se acentuó tras sufrir un desgarro en la muñeca izquierda el año pasado, lo que le provocó perderse 45 juegos y cerró con 23 jonrones y 89 impulsadas.
"Nunca me había visto en semejante mala racha", señaló durante una reciente visita a Nueva York para una serie con los Yankees. "Es como si los dioses me han puesto a prueba".
Ortiz insiste que sus dificultades no tienen nada que ver con dolencias y apunta más en el sentido de aspectos mentales.
"Estoy mejor que nunca físicamente. No tengo problemas de lesiones. Pero este es un juego en el que hay cosas que te afectan mentalmente y uno se deprime", aseveró. "Puede ser que la situación con lo que uno está lidiando no te deja concentrarse y nadie entiende lo que uno está pasando".
Se podría afirmar que el toletero dominicano tocó fondo el jueves, cuando sólo pudo conectar un rodado inofensivo frente al plato ante el relevista Jason Bulger y su equipo acabó perdiendo el juego contra los Angelinos de Los Angeles en la parte baja de la entrada.
Fue una tarde fatal en todos los sentidos para Ortiz: se fue de 7-0, se ponchó tres veces y dejó 12 hombres esperando remolque.
Los diagnósticos y especulaciones abundan sobre el por qué exhibe un anémico promedio de .208 y que lleve 144 turnos desde su último jonrón. Un turno más y emulará su peor sequía, que se remonta al 2000, cuando era un desconocido en el anonimato de los Mellizos de Minnesota.
Se mencionan problemas de mecánica con su swing, las secuelas de lesiones (muñeca y rodilla) y que la partida de Manny Ramírez le dejó sin su mejor aliado en la alineación.
Y en esta era de suspicacias, en la que nadie confía en nadie en las Grandes Ligas, tampoco se puede ser ingenuo con el factor de los esteroides. Detractores y fanáticos deslizan sospechas de que Ortiz ya no produce como antes porque ya no usa sustancias para mejorar el rendimiento.
Aunque ha tratado de ser filosófico con sus problemas, el bateador designado de 33 años ya no oculta su frustración con el que es el peor momento de su carrera.
Abordado por los periodistas tras el partido el jueves, Ortiz simplemente declinó dar declaraciones y se limitó a pedir una cosa: "Hoy no tengo ganas de hablar. Sólo escriban esto, 'Papi es un desastre'".
El domingo pasado y luego de conectar un elevado, Ortiz empezó a gritarle a su casco y se pudo apreciar una larga conversación en el dugout con el coach de bateo Dave Madagan.
Esa imagen, según contó después, provocó que varios colegas suyos le mandasen mensajes de aliento, como fue el caso de Ryan Howard de los Filis y Carlos Delgado de los Mets.
Ortiz relató que habló "casi una hora" por teléfono con Delgado, quien precisamente hace un año atravesó un periodo negativo similar al verse con un promedio de .198 y tres jonrones al final el mes de abril.
La charla con Delgado tuvo un valor especial al considerar que muchos daban por acabada la carrera del puertorriqueño, además de plantearse las mismas interrogantes que Ortiz ahora afronta. Delgado finalmente despertó y cerró la campaña de 2008 con 38 jonrones y 115 impulsadas.
"La gente ignora muchas cosas. A veces creen que es sólo salir a jugar y listo", dijo Ortiz a los periodistas. "Somos seres humanos como todo el mundo. Tenemos cosas que nos mortifican. Y a veces nos afectan".
El problema es que Ortiz fue un modelo de consistencia entre 2003 y 2007, un lapso en el que promedió 42 jonrones y 128 carreras impulsadas y se ganó fama por su facilidad para responder en los momentos decisivos de juegos de postemporada.
Ahora mismo no muestra atisbos de una reacción, ya que se le ha visto más indeciso y a destiempo en sus recientes turnos.
"Cualquiera pasa por algo como esto. Yo ya lo viví", dijo su compañero Dustin Pedroia, el segunda base que el año pasado se alzó con el premio al Jugador Más Valioso de la Liga Americana. "Estamos con él. Tenemos esperanza de que pronto va a encontrar la solución".
Pero la paciencia de los Medias Rojas tiene su límite y podrían verse inclinados a bajarle de su tercer sitio en el orden al bate si el actual patrón persiste.
El declive de Ortiz se acentuó tras sufrir un desgarro en la muñeca izquierda el año pasado, lo que le provocó perderse 45 juegos y cerró con 23 jonrones y 89 impulsadas.
"Nunca me había visto en semejante mala racha", señaló durante una reciente visita a Nueva York para una serie con los Yankees. "Es como si los dioses me han puesto a prueba".
Ortiz insiste que sus dificultades no tienen nada que ver con dolencias y apunta más en el sentido de aspectos mentales.
"Estoy mejor que nunca físicamente. No tengo problemas de lesiones. Pero este es un juego en el que hay cosas que te afectan mentalmente y uno se deprime", aseveró. "Puede ser que la situación con lo que uno está lidiando no te deja concentrarse y nadie entiende lo que uno está pasando".